Contexto
El incremento en la potencia unitaria de los dispositivos utilizados en las energías renovables offshore implica afrontar el desafío de soportar cargas estructurales mucho más elevadas. A esto se suma que los parques se están instalando a distancias cada vez mayores de la costa y en zonas de mayor profundidad, lo que hace imprescindible el desarrollo de tecnologías flotantes capaces de adaptarse a estas condiciones extremas. Además, el entorno marino añade complejidades como los elevados costes de acceso a los activos y el considerable impacto económico asociado a cualquier fallo que interrumpa la producción de energía.
La Inteligencia Artificial (IA) ofrece resultados prometedores en la modelización de la degradación, aunque requiere datos, como series temporales largas, hasta 20 años, para estimar la vida útil de estos dispositivos. Además, los enfoques basados en datos suelen carecer de generalidad y a menudo valen para un solo proyecto. Por otra parte, en el sector de las energías renovables, la toma de decisiones no solo se basa en criterios económicos, sino también en la fiabilidad de los componentes.